Esta entrada podría titularse «Esperanza», o «Paciencia» o quizá incluso «Fe». Todos esos títulos podrían referirse a los lectores. Si se refieren a mí, el único nombre que se me ocurre es «Incredulidad».

Han pasado más de cinco años desde que publiqué mi último artículo aquí. Semejante lapso de tiempo es una eternidad en Internet. En tal situación, lo normal es pensar que el blog está muerto, y que no queda más que repasar su antigua existencia, con la convicción de que nunca más volverá a verse sobre la tierra. Y sin embargo, tanto los comentarios como las estadísticas me indican que la gente ha seguido acudiendo a este lugar. No muchos, por supuesto, pero sí muchísimos más de lo que yo jamás creería. Siguen ilusionados con lo que leyeron, y con lo que quieren seguir leyendo. Como diría cierto anciano que conocemos demasiado en España, eso me llena de orgullo y satisfacción.

No es cuestión de explicarles por qué abandoné este blog. Podría hablarles de abducciones extraterrestres o caída en los abismos de la droga, pero no son más que excusas ante algo muy simple: no tenía tiempo para mis largas (larguísimas entradas), perdí el interés, y cuando recuperé ambas cosas pensé que eran ustedes los que se habrían olvidado de mí. Una vez más, me siento estupefacto al ver que no ha sido así.

Voy a resucitar este blog, pero como ya imaginarán los que me esperaron durante años, eso no ocurrirá mañana. Será en otro lugar, aún no sé si con otro nombre, y en una edición corregida y aumentada. No me limitaré a escribir los textos: también indicaré mis fuentes, para que vean que no me lo saco (todo) de la manga. Asímismo, no será una página dedicada en exclusiva a la etimología. Quiero hacer algo orientado al lenguaje en general, y ya tengo previstas varias entradas que espero que les interesen.

No tengan prisa pero tampoco pausa. En unas semanas les indicaré la nueva dirección de este sitio.

Hasta entonces, gracias a todos por la espera.